Como un efecto reflejo tipo el eco de los sonidos, como efecto doppler, resonaba en mi cabeza aquello que «el filtro no fue retirado» y seguimos juzgando las cosas y eventos con el manido argumento maniqueista de «lo bueno y lo malo»; recordando que ya se había producido el pecado original al desobedecer la orden «no comas el fruto de este árbol… » ya no me quedaba claro si el pecado original fue solo la «desobediencia» o el acceso al conocimiento del «bien y el mal«.
Si, de acuerdo, ya desde la catequesis infantil de los católicos sabemos que el pecado original no es de naturaleza sexual, relacionada a los deseos carnales, y sus variadas formas condenadas y proscritas por tratarse básicamente del morbo, la morbosidad, lascivia, lo corrupto, lo sucio, lo prostituido, el adulterio, etc. Nada que ver. Me parece más razonable, por parte del creador y su inmensa misericordia, el intento de proteger a sus criaturas del enorme peso que significa sobrellevar la libertad con una cuota insufrible de responsabilidad, en donde nada menos tenemos la obligación de responder por cada uno de nuestros propios actos, para bien o para mal propio o del prójimo así como del entorno, el ecosistema, el universo, el cosmos…
Entonces adelanto mi atisbo que el pecado original es ni más, ni menos, «abrirnos al conocimiento del bien y el mal con el peor de los métodos concebibles«, en tanto fuente y recurso fundamental del egoísmo: Se trata de la comparación entre nosotros y todo lo que nos rodea; Cual paradigma cosmogónico de las culturas milenarias precedentes se mantuvo consagrada la COMPETENCIA: quién o qué es lo mejor, quién tiene más, quién tiene las mejores cosas, quién gana más tiene más y mejores cosas, ¿quién tiene la verdad?, ¿quién es más poderoso (a)?, etc. Vida deportiva aparte, en tanto su finalidad básica es hedonista, el placer, entretener o divertir, su efecto es lúdico; Es decir el fin ultimo en los «cuantos de conductas situacionales» de los «aquí y ahora» es el placer para la realización del ser, pero el placer de jugar es independiente a si gano o pierdo en una competición deportiva; No existe sana competencia (o competición), porque toda comparación solo puede llevarnos al lugar en donde cosmos-agónica-mente {cosmogonía obligada en el reino animal} nos encontramos viviendo una cultura de miserias excluyentes, en donde solo interesan los resultados utilitarios de las competencias, lo que divide a la población en segmentos depreda-torios «ganadores» y «perdedores», aniquilar o ser aniquilados, y este es el peor efecto del pecado original que puedo concebir a estas alturas de este atisbo cosmogónico…
Seguiré después.. Managua 9 de Mayo de2016.